Tengo un poco más de 25 años trabajando, casi 12 años en el entorno corporativo mexicano y el resto como empresario, emprendedor, consultor y asesor. Soy un high achiever, soy rebelde y me gusta hacer que las cosas pasen. Una de las consecuencias de esto: probablemente le cago a la mitad de la gente con la que he trabajado. Hay un fenómeno que me ha hecho reflexionar profundamente sobre las prioridades en nuestro desarrollo profesional: la tensión constante entre ser efectivo y caer bien a los demás. Esta dicotomía, que pareciera no existir en otros contextos culturales, define gran parte de la dinámica laboral en México y Latinoamérica.
La Cultura del "Quedar Bien"
En México, hemos construido una cultura profesional donde la armonía y relación interpersonal se prioriza sobre los resultados. Nos han enseñado siempre que "quedar bien" es fundamental: no confrontar, no generar conflictos, mantener la sonrisa aún cuando las cosas no funcionan. Esta mentalidad, profundamente arraigada en nuestra idiosincrasia, se traslada al mundo laboral de manera casi automática.
He visto cómo personas muy talentosas limitan su potencial por el miedo a ser percibidos como "conflictivos" o "difíciles". Prefieren evitar conversaciones incómodas sobre rendimiento, posponer decisiones necesarias pero impopulares, o simplemente no cuestionar procesos ineficientes por no "quedar mal" con sus colegas o superiores. También he visto, y más a menudo en el entorno corporativo, personas que lograr sostener carreras y crecer profesionalmente solo por ser “buena gente”.
Existe una creencia en el entorno profesional: que ser efectivo automáticamente te convierte en alguien desagradable/rudo/intenso/(agrega tu calificativo preferido). Como si la competencia y el liderazgo fueran sinónimos de frialdad o falta de humanidad. Esta percepción errónea ha creado una dinámica que nos mantiene en zonas de confort improductivas, y que demoniza al directivo o líder que busca que las cosas pasen.
He conocido líderes excepcionales que logran ser tanto efectivos como queridos por sus equipos, pero honestamente, son unos pocos. La mayoría oscilamos entre la polaridad de quien se hace responsable por que las cosas sucedan y quien cae bien. La verdad es que no se trata de elegir entre ser efectivo o caer bien; se trata de ser efectivo de manera inteligente y humana. Le he metido toda mi energía a esto y aún así, oscilo todo el tiempo, ¿por qué?
El Precio del Conformismo
En mi experiencia, la obsesión por caer bien nos está costando caro como profesionales y como país. Cuando evitamos confrontar problemas por mantener la armonía superficial, permitimos que la mediocridad se normalice. Las organizaciones se llenan de procesos burocráticos innecesarios, decisiones que se posponen indefinidamente y una cultura donde "no hacer olas" es más valorado que generar resultados.
Mi caso es el contrario, atiendo el problema (más directo de lo necesario), evito la mediocridad al máximo (en mi y en otros) y regreso la responsabilidad a donde corresponde (acá es donde más olas se levantan. He visto proyectos fracasar no por falta de talento o recursos, sino porque nadie quiso ser "el malo" que señalara los problemas. Esta dinámica nos mantiene en círculos viciosos donde la efectividad se sacrifica en el altar de la diplomacia mal entendida.
Redefiniendo la Efectividad
Para quienes queremos generar valor real e impacto en nuestras organizaciones, es momento de redefinir qué significa ser efectivo en el contexto mexicano, y trabajar al máximo nuestra humanidad al acercarnos a ello (esto no significa apapachar y tolerar la mediocridad). No se trata de volverse un robot, sino de desarrollar la valentía para priorizar los resultados y el crecimiento por encima de la comodidad social.
Ser efectivo significa estar dispuesto a tener conversaciones difíciles con respeto y claridad. Significa establecer estándares altos y mantenerlos, sobretodo cuando eso genera resistencia inicial. Significa tomar decisiones basadas en datos y objetivos, no en popularidad o conveniencia relacional.
Como profesionales que aspiramos a generar impacto, tenemos la responsabilidad de romper este ciclo. No podemos seguir perpetuando una cultura donde la mediocridad cómoda se prefiere sobre la excelencia incómoda. Esto implica desarrollar la inteligencia emocional para ser directos sin ser agresivos, exigentes sin ser déspotas, y visionarios sin ser insensibles (mientras lo escribo me lo repito cien veces a mi mismo).
En mi experiencia, las personas que inicialmente pueden resistir tu efectividad, eventualmente la respetan y valoran cuando ven los resultados. La incomodidad temporal del cambio se compensa con el respeto duradero que genera valor compartido.
Hacia una Nueva Mentalidad
Si realmente queremos competir y crear valor, necesitamos profesionales dispuestos a priorizar la efectividad, incluso si eso significa momentos de incomodidad social. Los negocios y los grandes retos del mundo no van a esperar a que maduremos.
Se trata de encontrar maneras auténticas de ser efectivos: con calidez humana, pero sin comprometer la excelencia; con respeto, pero sin evadir responsabilidades; con empatía, pero sin sacrificar resultados.
La elección entre ser efectivo y caer bien es una falsa dicotomía que nos limita como profesionales. El verdadero crecimiento profesional radica en desarrollar la habilidad de ser efectivo de manera que genere respeto genuino, no popularidad superficial.
La meta debe ser clara: efectividad y resultados ante todo. Si en el proceso algunas personas se sienten incómodas con nuestros estándares o nuestra determinación, es un precio que vale la pena pagar por el crecimiento profesional y personal que viene con la excelencia.
Creo firmemente en que los líderes tenemos que priorizar resultados sobre relaciones superficiales, valorar el cambio incómodo sobre la complacencia, y entender que el respeto verdadero se gana con efectividad, no con popularidad.
Me ha pasado más veces de las que quisiera, y como mujer es aún peor, suelen tacharnos de conflictivas o de estar desafiando la autoridad. Lamentablemente, en México y en gran parte de LATAM todavía no tenemos una cultura que valore cuestionar y proponer mejoras, muchas veces, el mejor camino para crecer profesionalmente es caer bien y no incomodar.